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Dibujando Tierra del Fuego

Dibujando Tierra del Fuego

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Texto y fotos: Álvaro Vicente 

 

Viernes, 18 de febrero de 2016. Han pasado casi cuatro semanas desde que empezaron los ensayos de Tierra del Fuego. A punto de "mudarnos" al Matadero, donde tendrá lugar el estreno en Madrid de la obra el 21 de abril, para proseguir allí con el montaje, se apuran los últimos días en la sala de los subterráneos del Teatro Fernán Gómez donde se ha ido levantando del papel hasta ahora esta producción con Claudio Tolcachir al mando. En este punto del proceso, se está terminando de perfilar el dibujo, la composición espacial de los actores, su coreografía de movimientos. El autor, Mario Diament, marca al comienzo de su texto que todos los personajes permanecen en el escenario durante toda la obra. El director va armando en su cabeza ese dibujo y lo va comunicando, modificando, alterando, matizando, pespunteando, a medida que avanzan las escenas. Hoy se está trabajando el segundo acto. En el ensayo están todos los actores salvo Tristán Ulloa. Su lugar lo ocupa, provisionalmente, uno de los ayudantes de dirección, Nacho Redondo. Claudio va marcando posiciones a los actores, les deja hacer, ofrece a sus cuerpos un salvoconducto para que sean ellos los que vayan encontrando sus movimientos y sus reacciones más orgánicas en relación con el espacio, dejando libertad para que afloren impulsos naturales en la interacción con el resto de personajes. Se va desarrollando una danza de acciones y miradas, apelaciones que se mezclan como en un scalextric de emociones. Alicia Borrachero, en su papel de Yael, es siempre el centro, una estrella que va dando luz a los planetas que orbitan a su alrededor. Esa luz va alumbrando la historia, valga la redundancia. 

 

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Existe una extraordinaria libertad de propuesta para los actores, lo cual consigue que estén absolutamente comprometidos con el dibujo, con dar la visión que les otorga el privilegio de encarnar cada uno a su personaje. Claudio remarca pequeños y grandes hallazgos de los intérpretes, los ajusta a su visión, los moldea en función de su objetivo narrativo. Extrae con ductilidad la teatralidad que esconde la acción escrita en los diálogos del texto. Dibujan juntos y no solo participa en el dibujo el actor que está haciendo su escena, sino que el resto sigue atento a lo que remueve en su personaje lo que hacen los otros, porque el hecho de que todos estén en escena da la posibilidad de reacción de los que están en segundo plano, lo cual no deja de contribuir a la comprensión global del relato. Malena Gutiérrez, que encarna a Gueula, la madre de Nirit, la amiga de Yael, que fue la víctima mortal e inocente de aquel atentado del 78, reacciona evidentemente y muestra su indignación cuando atisba un mínimo de empatía de Yael hacia Hasan, el terrorista. No es una gran reacción, es una sutil afección. 

 

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Con asiduidad, aparece por la sala de ensayos Ana Jelín, la directora de la producción. Se sienta y observa. Acumula la sabiduría de una larga carrera consagrada a producir buen teatro. Al poco de llegar, asistimos a un momento mágico en el trabajo de un director. Claudio Tolcachir se queda sumido en un silencio pensativo, eleva la cabeza y cierra los ojos. Todos le miran en silencio. Segundos después dice, con su típica retranca argentina: "Ahí voy". Ha estado dibujando mentalmente la escena, casi hemos podido ver sus neuronas trabajando a toda velocidad hasta dar con la idea. Jelín ladea la cabeza y susurra: "es un director extraordinario, está todo el tiempo teniendo ideas." Entretanto, Claudio da la clave. "son escenas empezadas". Todas son escenas en marcha que se combinan en un espacio/tiempo único, el del escenario. 

 

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El ensayo de hoy acaba en la mesa, con la escena final entre Yael y su padre, Dan, que combatió con el ejército israelí en la guerra del 48 contra los árabes, en el área de Jaffa. Alicia y Juan Calot la repiten una y otra vez, la encaran sentados uno frente al otro, mientras Claudio les interpela, apostilla sobre la forma de afrontarla, sobre dónde están esos dos personajes en ese punto de la historia, sobre lo que guardan, sobre lo que enseñan, sobre lo que les alegra, lo que les enfada, sobre lo que reprimen. Juan/Dan moldea su defensa, su orgullo, su resistencia a entrar a recordar lo que siempre quiso olvidar. El resto de los actores asisten encantados a este duelo interpretativo, vibrando cuando la escena se tensa, disfrutando de cómo actor y personaje ponen su inteligencia en juego, a prueba del otro. Y esta escena es buena muestra de lo que quiere contar la función, que todos somos, potencialmente, víctimas y verdugos, que todos somos, potencialmente, culpables e inocentes. Pero que la búsqueda de la verdad, escuchando todas las posiciones, es lo único que puede dar sentido a esta ambivalencia cuando nos toca nacer y crecer en determinadas latitudes azotadas por aquellos que quieren escribir la Historia... a su manera.